El águila, a lo largo de la historia, ha sido el símbolo de majestuosidad, valentía, poder, victoria e inspiración espiritual. Las águilas construyen sus nidos en árboles altos, utilizando hierbas, plumas y espinas. La razón por la que lo hacen así es muy sencilla.
Cuando el aguilucho ha alcanzado cierta edad y tiene las condiciones para valerse por sí mismo, la madre retira del nido las plumas y las hierbas, dejando solo las espinas para incomodar a la criatura. El aguilucho ya no encuentra confort, y las espinas lo obligan a buscar un mejor hogar.
Es entonces cuando interviene la madre águila: desde una determinada altura, lanza a su hijo y comienza a enseñarle a volar. Lo arroja, el aguilucho extiende las alas, pero aún no puede sostener el aleteo; el viento lo vence y empieza a caer. La madre lo observa y desciende para rescatarlo; lo toma con las patas, lo eleva nuevamente y lo deposita en el nido, que ya no ofrece el confort de antes. Este proceso se repite hasta que la criatura aprende. Una vez que lo hace, está apto para emprender su propio rumbo.
Las águilas no fomentan la dependencia ni mantienen a hijos ociosos: o vuelas o vuelas.
Este es un ejemplo de cómo la naturaleza nos enseña constantemente. Normalmente, los padres desean lo mejor para sus hijos, brindándoles todas las comodidades y lo que necesiten. Sin embargo, podemos caer en la sobreprotección, contribuyendo sin querer a disminuir su capacidad de ser autónomos y de enfrentarse a las adversidades.
No se trata de abandonarlos a su suerte, sino de ser más una guía para los niños a medida que crecen, en lugar de alguien que resuelve todos sus problemas. Déjalos experimentar, pensar e intentar. Si te piden ayuda, dásela, pero no resuelvas sus problemas. Cuando permitimos que los pequeños enfrenten situaciones que causan dolor, frustración o tristeza, contribuimos a que construyan sus propios recursos para resolver esas situaciones.
Deja que aprendan a usar sus propias alas, y si algún día no estás ahí para ellos, podrás estar tranquilo por haber criado hijos independientes que saben lidiar con las diferentes situaciones de la vida.
No es lo que haces por tus hijos, sino lo que les has enseñado a hacer por sí mismos, lo que les convertirá en seres humanos de éxito.
– Ann Landers